Por Nicolás Olea

El comercio internacional ha contribuido en el crecimiento de la economía global, la cual a su vez ha sido detonada por la globalización. En términos generales, ha hecho que la economía mundial y de los países crezca y que por lo tanto el PIB mundial y el de cada país involucrado en el comercio haya crecido sosteniblemente. En este sentido, la riqueza de los países se ha visto beneficiada por el cúmulo de ingresos que ha generado el comercio mundial.

No obstante, este crecimiento únicamente ha agrandado la riqueza global gracias al flujo de bienes, servicios y capitales y a su vez ha ocasionado una gran concentración de la riqueza, donde es importante reconocer que no todos los países se han visto igual o equitativamente beneficiados.

Por lo tanto, a pesar de que en términos macroeconómicos el PIB y el PIB per cápita crece gracias a la riqueza derivada de la actividad comercial internacional, las sociedades no están percibiendo esta gran afluencia de recursos en su vida cotidiana. Esto podría explicarse por factores como un mal manejo de los planes de desarrollo de los gobiernos de dichos países y la falta de políticas públicas que detonen mayor prosperidad para sus sociedades.

El caso es que existe una concentración de la riqueza proveniente del comercio exterior y esto no es particular de algún país, si no que es un efecto a nivel global. Esto se explica si consideramos que más del 80% del comercio internacional es comercio intrafirma o entre grandes corporaciones, y que por lo tanto crea una concentración global del comercio internacional. Por supuesto que existen efectos positivos cuando estas grandes compañías realizan inversiones en países menos adelantados o en vías de desarrollo, ya que hace que estos países se incorporen al comercio global, genera empleos, deriva en una transferencia de tecnología, ayuda en crear mayor capacidad instalada. Sin embargo, la concentración de la riqueza en dichas corporaciones sigue siendo la misma ya sea en un país desarrollado, en vías de desarrollo o menos adelantado.

Esta concentración de la riqueza a nivel mundial es un efecto natural del sistema económico global que, en algunos casos, llega a generar prácticas desleales y monopólicas que crean ineficiencias en la economía del mercado y afectaciones a los consumidores, ya que ha sido sumamente difícil crear políticas de competencia económica globales para regular que puedan proteger a los consumidores y a la sociedad en su conjunto, por la complejidad en las que operan dentro de las cadenas globales de valor.

En este sentido, los esfuerzos en estos ámbitos se regulan a nivel local de distintas formas y recientemente se ha impulsado la cooperación internacional a través del TPP y en el nuevo T-MEC, para evitar este tipo de prácticas. No obstante, ha sido complicado materializar una redistribución de la riqueza que se genera del comercio, si tomamos en cuenta que buena parte de los ingresos de compra-venta de transacciones internacionales se destinan a paraísos fiscales, entre otros factores.

Aunado a lo anterior, una crítica a la globalización es que ha inducido a que los países deban adaptarse, de forma que su desempeño no quede rezagado en el escenario mundial, sin tener un margen de decisión real por inercia del cambio, lo que se le ha llamado como “hiperglobalización”. Asimismo, muchas industrias locales en cada país se han visto afectadas por una mala política comercial de sus autoridades, apresurando prematuramente la apertura de industrias “infantes” o “nacientes”, como ficha de intercambio para lograr acceso a las industrias de su contraparte que les resultan atractivas, dejando así desempleo y pobreza.

Habría que preguntarse si acaso el problema es la apertura comercial o la globalización, o si más bien el problema radica en que el tratamiento discursivo que se le ha dado a ambos conceptos como “llaves del desarrollo” desde hace algunas décadas, ha causado que ahora que ya se comprobó que ni el comercio ni la globalización son la clave del éxito de una sociedad, y que además gran parte de la riqueza obtenida del comercio no es redistribuida a través de impuestos u otros mecanismos, el rechazo a estos conceptos ha implicado el retorno al nacionalismo y proteccionismo comercial.

Dicho lo anterior, la distribución de la riqueza en primera instancia dependerá de la política de recaudación de ingresos del país y en segunda instancia de su política redistributiva de impuestos.

Considerando lo anterior, el comercio internacional puede potencializar la actividad productiva y el crecimiento de una economía particular y de la economía global. Sin embargo, debido a la alta concentración del mercado del comercio internacional en compañías trasnacionales que ejercen su poder de mercado, dependerá de cada gobierno aplicar las políticas comerciales y de competencia económica necesarias para que pueda ser usado a su favor y pueda realmente ayudar a tener un impacto en la disminución de la pobreza y desigualdad de un país.

Referencias:

Bernard, Andrew B, et al. “Firms in International Trade.” Journal of Economic Perspectives, vol. 21, 2007, pp. 105–130., www.princeton.edu/~reddings/pubpapers/FirmsTradeJEP2007.pdf.

United Nations, New York & Geneva, Secretariat of the United Nations Conference on Trade and Development. “Trade And Development Report 2017 Beyond Austerity: Towards A Global New Deal.”, 14 Sept. 2017. unctad.org/en/PublicationsLibrary/tdr2017_en.pdf