Por Rosángel Hernández

A pesar del cambio de administración (y con ello de prioridades económicas) que se concretará oficialmente el primero de diciembre en nuestro país, México no debe cambiar en lo fundamental su Política Comercial. Nuestra Política Comercial debe continuar promoviendo la apertura de la economía mexicana, buscando acceso preferencial a más mercados, a través de una activa agenda de negociaciones comerciales que favorezca la diversificación del comercio de México, como la que actualmente se lleva a cabo[1].

Nuestra Política Comercial debe continuar promoviendo la apertura comercial, por dos razones principales:

 

Porque la apertura económica ha traído múltiples beneficios para México

 

  • Desde la incorporación de México al Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) en 1986, hemos experimentado una transformación productiva que permitió reducir la dependencia de la venta de petróleo y avanzar hacia actividades manufactureras de mayor valor agregado, en donde hoy trabajan 2.4 millones de mexicanos.

  • La entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1994 disparó el comercio (se multiplicó por 7, entre 1993 y 2017) e impulsó el posicionamiento de México en el mundo como un socio confiable para invertir y hacer negocios (antes del TLCAN, la IED en México promediaba 2.8 mil MDD por año entre 1980 y 1993; mientras que, en lo que va de este sexenio, el promedio ha sido de alrededor de 35 mil MDD, entre 2013 y 2017).

Porque, en la actual economía global, basada en cadenas de valor, es indispensable mantener una economía abierta para competir, atraer inversiones y crecer

  • En el siglo pasado, el comercio internacional se centraba en bienes finales. En este siglo, 70% de los productos que se comercian son bienes intermedios. En este contexto, la única manera de continuar atrayendo inversiones y creando oportunidades de negocio es con una Política Comercial que favorezca la integración en las cadenas globales de valor, brindando acceso a insumos competitivos, al mismo tiempo que abre mercados para nuestros productos.

  • En esta nueva lógica del comercio y la manufactura, ya no se trata de lo que producimos (bienes finales), si no del valor que somos capaces de generar y agregar en una serie de procesos productivos globales. Para ello, es indispensable contar con una Política Comercial que favorezca la integración global.

México debe seguir trabajando para atraer inversiones productivas y abrir más espacios para que las empresas y la industria mexicana participen en las cadenas globales de valor. Debemos hacerlo favoreciendo la apertura, rechazando el proteccionismo y trabajando en el desarrollo de mecanismos que fomenten una distribución más amplia de los beneficios del libre comercio y de la integración de nuestro país con los mercados del mundo.

[1] Recientemente, se concluyeron dos procesos de negociación: la modernización del TLCUEM y la del CPTPP; ésta última ya fue ratificada por el Senado. Además, está en proceso de ampliación la Alianza del Pacífico, con cuatro candidatos a Estados Asociados (Singapur, Canadá, Australia y Nueva Zelandia) y la profundización de los Acuerdos de Complementación Económica (ACEs) con Brasil y Argentina.