Reflexiones de TradeTankMx sobre sobre la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados unidos y Canadá. Si desea volver al compilado, de click sobre el siguiente enlace: [T-MEC: Perspectivas de cambio]

 

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T-MEC: hacia un nuevo modelo de comercio regional con oportunidades para México

 

Por Jorge Octavio Armijo de la Garza (ver Bio)

 

La pandemia por el SARS-CoV2 (COVID-19) vino aparejada de diversos procesos que, sin lugar a dudas cambiarán la forma en que funciona el mundo en la actualidad, especialmente en el ámbito económico y comercial. Los gobiernos de los países afectados por el nuevo coronavirus se han visto en la necesidad de adoptar medidas de contención, principalmente para mitigar los contagios y proteger la vida de sus ciudadanos. Éstas, por supuesto, varían en cuanto a duración y rigor según el país del que se trate. Países como China optaron por un enfoque más restrictivo y de menor duración. Mientras que otros como México o Estados Unidos se inclinaron por medidas menos duras, pero que han requerido más tiempo para lograr los efectos deseados. 

 

Más allá de las diferencias de enfoque, estas medidas han tenido implicaciones económicas importantes en todo el mundo al causar la parálisis de diversas industrias y la interrupción de las cadenas globales de valor (CGV), entre otros efectos. Derivado de esto, transitamos por un periodo de crisis económica de proporciones históricas. El Banco Mundial prevé que el Producto Interno Bruto (PIB) global tenga una contracción del 5.2% para el resto del año. Mientras que la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE) pronostica que la actividad económica mundial caerá entre el 6% y 7.6% en el año, según el comportamiento de la pandemia y que tomaría al menos dos años retomar los niveles de actividad previos al COVID-19. 

 

Consecuentemente, el comercio internacional ha mostrado una continua desaceleración, la cual será de entre 13% y 32% hacia finales del año, según las estimaciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con mayores repercusiones en los sectores caracterizados por la complejidad de sus CGV, como el automotriz y electrónico, cuyos centros de producción están localizados en las regiones de América del Norte y Asia. De ahí que éstas han sido las más afectadas por la pandemia. Lo anterior responde también a las crecientes medidas de restricción comercial adoptadas por más de 80 países en todo el mundo antes y durante la pandemia, mismas que han afectado la mayoría de los medios de transporte internacionales: carga terrestre, marítima y aérea, obstaculizando los flujos de comercio de bienes y servicios convencionales, así como los digitales.

 

En este contexto tiene lugar la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), uno de los instrumentos comerciales más modernos y extensos que existen en la actualidad. El T-MEC fija las reglas que regirán el intercambio comercial, así como el flujo de inversiones entre las tres economías que en conjunto representan el 7% de la población y realizan el 16% del comercio mundial. También, establece nuevos estándares en diversos ámbitos, entre los que destaca  el de comercio electrónico (e-commerce). Inmersos en un contexto de redefiniciones en términos de las dinámicas del comercio internacional a causa de la pandemia, conviene analizar las implicaciones del T-MEC como nuevo modelo comercial para América del Norte y las oportunidades que ofrece para México. 

 

Un Tratado que impulsa la reestructuración de las CGV 

 

En los últimos años, el gobierno de Estados Unidos ha implementado una política comercial nacionalista con tintes proteccionistas, la cual ha servido de base para una estrategia de Estado enfocada en proteger el consumo interno, los empleos en Estados Unidos y la formación de capital al interior de la economía, además de contrarrestar el ascenso de China como potencia en el ámbito económico, el cual claramente ha trascendido en el ámbito de la tecnología.

 

Desde esta perspectiva, el T-MEC se puede entender como un Tratado orientado a  administrar el comercio de manera más efectiva; que a su vez permita establecer condiciones para traer de vuelta la inversión y los empleos a la región, especialmente hacia Estados Unidos, y con ello fortalecer la competitividad de América del Norte. Es por ello que se adoptaron reglas de origen más estrictas, sobre todo para el sector automotriz. Destaca este sector por su nivel de integración regional, donde México juega un papel central como centro manufacturero. La nueva regla de origen para el sector consiste en un incremento en el Valor de Contenido Regional (VCR) para los vehículos ligeros de 62.5% a 75%, utilizando una nueva metodología que obliga a que los procesos e insumos que se emplean para la fabricación de los vehículos ligeros provengan en su mayoría de la región. Más allá de los retos que esto implica para que las empresas que actualmente participan en el comercio de estas mercancías cumplan con las nuevas exigencias, también conlleva un proceso de reestructuración profunda de las cadenas de suministro (offshoring) en este sector. 

 

La reestructuración de las cadenas de suministro, a partir del T-MEC, tiene que ver también con la incorporación del Artículo 32.10 al Tratado, el cual establece disposiciones que limitan la posibilidad de que alguna Parte del Tratado pueda firmar un tratado de libre comercio (TLC) con un país que no sea de libre mercado; como el requerimiento de notificar a las partes la intención de iniciar negociaciones para conocer sus objetivos y evaluar el posible impacto. Asimismo, dispone que, si una Parte del T-MEC suscribe un TLC con un país que no es de libre mercado, las otras Partes podrán dar por terminado el T-MEC con respecto a la parte que firmó dicho TLC, mediante un aviso previo de seis meses. Es evidente que esta cláusula está creada como un recurso para contener a China y evitar cualquier tentación, por parte de alguno de los tres países, de otorgar preferencias comerciales adicionales al país asiático. Más allá de los aspectos geopolíticos implícitos, con esta claúsula se pretende mantener el nivel de integración de las cadenas de suministro a través del fortalecimiento del comercio intrarregional.

 

Aunado a ello, la guerra comercial existente entre Estados Unidos y China, ha generado un entorno de mayor incertidumbre y competencia entre ambas naciones. Este diferendo ha implicado el aumento significativo de los aranceles sobre el comercio bilateral, afectando los flujos comerciales y de inversión en los sectores que dependen en buena medida del comercio con China. Según datos del Peterson Institute for International Economics (PIIE), de mantenerse la disputa, habrán pérdidas globales que ascenderán a 301 mil millones de dólares anuales para 2030, en comparación con la actividad que existía antes de la llegada del Presidente Donald Trump. Esto adquiere mayor relevancia ante la poca efectividad de la “Primera Fase” del acuerdo suscrito entre los gobiernos de ambos países para poner fin al conflicto y con ello contener el proteccionismo exacerbado. 

 

Lo anterior, ha provocado que haya menos comercio entre Estados Unidos y China, y al mismo tiempo que varias empresas multinacionales busquen rediseñar sus cadenas de suministro, ya que la guerra comercial afecta su competitividad al enfrentar aranceles, entre otros obstáculos. No obstante, esto podría representar una nueva oportunidad para México, si logra fortalecer su industria para producir componentes más especializados en sectores como el electrónico o la industria aeronáutica, aprovechando el potencial para vender más hacia el mercado estadounidense.

 

Buena parte de las empresas multinacionales han diseñado sus estrategias de negocio a partir de un enfoque centrado en minimizar costos y aumentar el grado de rentabilidad. En las últimas décadas, países como China han ofrecido las condiciones propicias para establecer sus operaciones y hacer más eficientes ciertos procesos. De ahí que los insumos y componentes chinos resultan ser esenciales para los procesos de fabricación de varios países en múltiples sectores. Es así como China pasó a convertirse en el centro de la manufactura internacional, con una participación del 29% en la manufactura global y 13% en las exportaciones a nivel mundial. En razón de ello es parte nodal en la integración de las CGV en múltiples sectores. Sin embargo, con la guerra comercial, varias empresas comenzaron a reorientar sus procesos de fabricación hacia países que les permitan mantener su eficiencia en la producción manufacturera. 

 

La pandemia como catalizador de un nuevo modelo comercial 

 

Dani Rodrick, Profesor de Política Económica Internacional en la Escuela John F. Kennedy de la Universidad de Harvard, considera que, en lugar de poner al mundo en una trayectoria significativamente diferente, lo más probable es que la pandemia “intensifique y afiance las tendencias ya existentes”. En efecto, de acuerdo con un estudio del Bank of America Global Research, el 83% de las empresas en la mayoría de los sectores globales de América del Norte, sobre todo los de alta tecnología, han declarado su intención de relocalizarse ante la disrupción de las CGV, ya que el costo de producción en China se ha exponenciado por encima de los de Vietnam, India, algunos países de Occidente, o incluso de los costos de su producción doméstica. Esto responde en buena parte a los efectos económicos causados por la guerra comercial con Estados Unidos y el COVID-19. Tiene que ver, incluso, con el aumento de los salarios, las normas ambientales más estrictas, un marco regulatorio complejo y el enfoque del gobierno para transformar a China en una economía orientada a los servicios de alta especialización y convertirse en país líder en el ámbito de las nuevas tecnologías. 

 

Aunque estos cambios pudieran parecer complejos de llevarse a cabo, sobre todo por el costo que pudiera representar para las empresas mover su operación a China, las tendencias indican que ya inició una fase sin precedentes, durante la cual comenzarán a repatriar las cadenas de suministro (reshoring), acercarlas más a los consumidores (nearshoring) o redirigirlas a aliados estratégicos. Esto supone un proceso de desglobalización de las CGV, que favorecerá la regionalización y reducirá la centralización de la producción mundial, lo cual puede traducirse, asimismo, en una oportunidad para México. No solo porque con el T-MEC mantiene un acceso al mercado estadounidense libre de arancel para los productos mexicanos, lo que ubica al país en una posición más conveniente frente a sus competidores, más aún ante las medidas proteccionistas de Estados Unidos; también porque podría convertirse en un destino estratégico para las nuevas inversiones en sectores como el automotriz, frente a las nuevas restricciones del T-MEC y las dinámicas del comercio internacional. De particular interés será para las empresas que buscan aprovechar la capacidad instalada en el país y tener una mayor participación en el comercio regional. Así, los productores de vehículos asiáticos o europeos, por ejemplo, podrán cumplir con la nueva regla de origen del T-MEC y asegurar un acceso preferente al mercado estadounidense.

 

Sin embargo, con la pandemia se han dejado ver otras áreas de oportunidad, sobre todo en el ámbito tecnológico. Actualmente existe una propensión hacia la digitalización de las CGV, con lo que las empresas buscan coordinar de mejor manera el abastecimiento y adaptarse más rápido a los cambios tecnológicos. El modelo tradicional de cadenas de suministro lineal se está transformando en redes de suministro digital (DSN, por sus siglas en ingles), donde los silos funcionales se separan y las empresas se conectan a su red de suministro completa para permitir mayor visibilidad, colaboración, agilidad y optimización desde el inicio hasta el final de la cadena. Este proceso ha tomado mayor celeridad por la pandemia. Y es que, con el uso de las tecnologías avanzadas como el Internet de las Cosas (IOT, por sus siglas en inglés), la inteligencia artificial, la red 5G y la impresión 3D, será posible diseñar CGV más eficientes y resilientes, capaces de anticipar interrupciones y reconfigurarse oportunamente para mitigar los impactos ante los cambios geopolíticos.

 

En ese mismo sentido, conviene destacar que el comercio digital ha mostrado mayor resiliencia ante la crisis. El distanciamiento social, el confinamiento y otras medidas tomadas en respuesta a la pandemia del COVID-19 han llevado a los consumidores a aumentar las compras en línea y el uso de las redes sociales, la telefonía por Internet, la teleconferencia y la reproducción de vídeos y películas, entre otros servicios. Esto ha provocado un súbito aumento del comercio entre empresas y consumidores (B2C, business to consumer), y un incremento del comercio electrónico entre empresas (B2B, business to business). Esto hace evidente su capacidad de adaptación ante las adversidades, aunque no sin dificultades, ya que la compra de bienes en línea, al igual de las compras físicas, están sujetas a las interrupciones de las cadenas de suministro, mientras que algunos servicios enfrentan otro tipo de obstáculos relacionados con cuestiones más técnicas.

 

Con el T-MEC, será posible promover un mayor desarrollo de la economía digital de América del Norte, especialmente del comercio electrónico. El Tratado establece disposiciones que protegen con mayor efectividad los datos de los consumidores en las operaciones, garantizando el libre flujo de la información y elevando la competitividad del entorno digital regional. Además, no impone aranceles u otros cargos a los productos digitales para facilitar el intercambio entre los tres países. Este nuevo marco traerá potenciales beneficios, especialmente para que las pequeñas y medianas empresas mexicanas puedan desarrollar oportunidades de negocios e incorporarse a las CGV, impulsando el desarrollo económico y la creación de empleos en el país y la región en su conjunto.

 

No obstante, aún persisten varios retos, sobre todo para reducir la brecha digital, tanto dentro de los países como entre ellos, y teniendo en cuenta el papel central que ha desempeñado la economía digital durante la crisis. Actualmente hay una clara necesidad de contar con servicios de tecnologías de la información y las comunicaciones eficientes y asequibles, lo que permitirá que los pequeños productores, los vendedores y los consumidores de países como México participen más activamente en las actividades de comercio electrónico . Por ello, será indispensable invertir recursos para aumentar la capacidad de las redes, reducir o eliminar los costos de transacción de los pagos digitales y las transferencias de dinero por dispositivos móviles, mejorar los servicios de entrega y otros aspectos logísticos, entre otras cuestiones. En este sentido, será esencial explotar el marco que ofrece el T-MEC para que, a través de políticas públicas, sea posible aprovechar los beneficios de la economía digital. 

 

Consideraciones finales

 

La crisis actual es una oportunidad para reformar un sistema que se ha basado en procesos que se están volviendo un tanto obsoletos ante la incapacidad de adaptarse de manera eficiente a las nuevas realidades y los avances tecnológicos. En el contexto de la pandemia, el T-MEC viene a establecer una nuevo modelo a partir de la reconfiguración de los procesos productivos y de integración regionales. Además, ofrece alternativas que respondan a las nuevas exigencias del entorno económico y comercial, por ejemplo, al incentivar la creación de cadenas de suministro inteligentes y ágiles, como un elemento clave en la construcción de redes de comercio e inversión capaces de resistir a los cambios disruptivos.

 

La competencia cada vez más profunda entre Estados Unidos y China anticipan estos cambios, que incluso redefinirán el sistema de comercio y cooperación multilaterales. Ante un panorama de incertidumbre y creciente proteccionismo, el T-MEC viene a proponer también la necesidad de invertir más recursos en la innovación y el desarrollo de economías basadas en la Industria 4.0. Ante esto, México tiene la posibilidad de aprovechar el nuevo marco comercial del T-MEC para transformar su sector industrial, adaptarlo a las nuevas tendencias de la digitalización y utilizarlo como palanca para un desarrollo más incluyente y sostenible. Para lograrlo, será indispensable fortalecer la cooperación internacional, el medio más idóneo para generar condiciones de confianza y estabilidad entre los países.

 

Fuentes de consulta

 

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